Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Los ultras apartados por el Papa contraatacan para ganar poder en el cónclave
Trump descubre el primer tope de su mandato: los mercados
OPINIÓN | 'Aristóteles y las armas', por Enric González

En el nombre del padre: la hija del guerrillero antifranquista que recuperó su apellido a los 70 años

Josefina Lavín Solano en una visita a Cantabria.

Olga Agüero

Santander —

1

Josefina nació dos veces. La primera, como Josefina Solano, hija de María, madre soltera. La segunda, con 70 años, como Josefina Lavín, hija de Pin El Cariñoso. La primera vez nació presa. Vino al mundo en 1942, entre rejas, en la prisión de Las Oblatas de la calle del Monte de Santander, donde su madre María Solano Otí, conocida como Cuca, cumplía una condena política de treinta años de cárcel.

Las autoridades franquistas le negaron el apellido de su padre, José Lavín Cobo, uno de los míticos guerrilleros cántabros defensores de la República, cuyo historia recuperó el escritor Isidro Cicero en un libro publicado en 1977 que provocó una enorme conmoción social. La dictadura no reconocía más que a los hijos nacidos de padres casados por la Iglesia, y María y José no habían celebrado matrimonio alguno, ni civil ni religioso. Por ello, María no fue considerada una hija legítima, sino una hija 'natural', en la terminología de la época.

La hija de El Cariñoso no tuvo oficialmente padre hasta 2012, cuando lo reclamó en los tribunales y, aunque siempre supo quien era, hasta que regresó a Cantabria no conoció la verdadera dimensión de su nombre y su protagonismo en la lucha antifranquista, como se refleja en la historia que relata un documental del cineasta Vicente Vega titulado 'La saga del Cariñoso'.

José Lavín Cobo fue el más conocido de los emboscados del Miera. Un militante de la CNT que se echó al monte en 1937 y que lideraba una brigada antifranquista que mantuvo en jaque a la Guardia Civil en aquella primera posguerra en la zona del Miera y del Pas. Junto a él estuvieron Belisario Lavín Cobo, Nemesio Hazas Arce, su hermano Rafael 'El Ferroviario', Constantino 'El Madrileño', Ramiro Agudo, Andrés 'El de la Valienta', Plácido, Manuel, Raimundo Casar Acebo 'Tampa', Domingo Samperio 'Rada', Marcos Lavín Cobo 'Cenizo', su primo Pedro Lavín 'Melenas' y Orestes García. Además de una mujer: Dolores Lavín Cobo 'Lola'.

Pin era la tercera generación de Cariñosos, heredó el mote de su abuelo, a quien una novia bautizó con el apelativo. Sargento en el Batallón de la Libertad, había combatido en el frente de Asturias. Acabada la guerra regresó a su pueblo en la ingenua convicción de que no iba a sufrir represalias. Pero, al poco, se presentaron dos guardias civiles en la panadería de su tío, Pepe Lavín, en San Roque de Riomiera, donde trabajaba y le llevaron al cuartel de Liérganes. Allí escuchó que le iban a condenar a muerte y se fugó de la celda haciendo una ganzúa con una cuchara y tumbando de un puñetazo al guardia que le vigilaba.

Huida al monte

No le quedó más opción que echarse al monte. Se añade la circunstancia de que su hermano decidió entregarse, convencido de lo que pregonaban los falangistas: que no habría represalias para quienes no tuviesen delitos de sangre. Pero lo fusilaron. Ese fue el detonante final para que El Cariñoso se implicase con más ardor en la guerrilla creando su propia brigada antifranquista.

Formó un grupo de resistencia tan esquivo que la Guardia Civil llegó a decretar la evacuación de la comarca para ver si lo capturaba. Duró nueve meses. Establecieron un perímetro y obligaron a todos los vecinos a marcharse de sus casas con el ganado –aunque algunas vacas quedaron en las cuadras muriéndose de hambre– y los concentraron en las plazas de otros pueblos.

Precintaron las cabañas. Llegaron soldados del ejército. Hasta para ir a la hierba o desplazarse a cualquier lugar cualquier persona necesitaba un salvoconducto firmado por el jefe local de la Falange. Un estado de excepción que se prolongó hasta el invierno. Pero El Cariñoso ya no estaba allí. Mientras lo buscaban en los montes del Miera, él había buscado refugio en Orejo, en la casa de Fermín 'El ovejo'. Hasta que se escapó a Santander sentado en un carro de hierba vestido de mujer.

Sus compañeros no tuvieron tanta suerte y fueron cayendo. Ramiro Agudo era un vecino de Liérganes que había estado afiliado a UGT y que formó parte de la Brigada dirigida por Pin. Cuando lo detuvieron, consciente de lo que le esperaba, en cuanto vio la ocasión se lanzó a un precipicio con la idea de perder la vida, pero arrastró consigo al Guardia Civil al que estaba atado. Ambos quedaron colgando de unas ramas. La venganza fue cruel. Después de una paliza –se dice que le arrancaron parte de la piel a tiras y que le cortaron los genitales– lo ataron a la cola de un caballo y fue arrastrado por todo el pueblo mientras gritaba llamando a su madre.

El último episodio fue el hilo que acabó conduciéndoles a El Cariñoso. La Guardia Civil detuvo a Las Tarolas, dos hermanas que tras las presiones acabaron identificando a Escudero, el enlace de la Brigada de El Cariñoso. Él no resistió las torturas y al final les entregó la cabeza del guerrillero más buscado de la época.

La tarde que cae El Cariñoso

Era el otoño de 1941. Harto de huir, El Cariñoso decidió colgar el fusil y marcharse de España. Vivía en la buhardilla de su suegra, la madre de María Solano, que estaba embarazada de Josefina, en la calle Santa Lucía de Santander. Cuentan que en esos días, mientras le buscaban, se movía con total impunidad disfrazado de cura o militar por el Paseo de Pereda, la avenida principal de la ciudad, y que jugaba todos los días una partida de cartas en un bar del Alto de Miranda.

Acababa de llegar de pasar unos días en Barcelona, donde obtuvo una documentación falsa para salir de España en barco a través de Bilbao a Francia, cuando sucedió todo. El 23 de octubre José Lavín echaba la siesta con la radio sonando de fondo mientras los guardias civiles tomaban el edificio. Eran las cuatro de la tarde. Llamó a la puerta el enlace con los emboscados. Estaba tan nervioso que El Cariñoso se olió la traición. Se asomó a la ventana y vio a los guardias. Huyó precipitadamente escaleras abajo con dos pistolas disparando a diestro y siniestro a los policías que salían de los pisos. Le habían tendido una emboscada. Cayó muerto antes de salir del portal.

Pero sucedió que los falangistas no lo reconocieron. Allí en el suelo yacía un hombre extraño. Pin El Cariñoso se había teñido el pelo y había cogido algunos kilos. Parecía otra persona. Para resolver la incógnita sacaron a su madre de la cárcel de Los Salesianos, donde la habían encerrado por esconderle: “Sí, es mi hijo”, reconoció Teresa.

La infancia de Josefina

A su suegra, la madre de María Solano, la fusilaron tres días más tarde en el cementerio santanderino de Ciriego y a ella, su pareja, la encarcelaron. Salvó su vida porque estaba embarazada de Josefina, que nació tres meses y un día después de que matasen a su padre. Resistió las patadas en el vientre de los torturadores que intentaron que aquella niña no llegase a nacer: “aborta, no vayas a traer al mundo otro malhechor como tu padre”, voceaban. A pesar de todo, sobrevivió.

Josefina Solano, sin el apellido de El Cariñoso, se convirtió en hija de madre soltera y quedó al cuidado de su abuela paterna Teresa Cobo en Angustina cuando cumplió los 18 meses. Allí vivió con las dramáticas estrecheces del hambre de la posguerra, que fue mayor, si cabe, para los perdedores y estigmatizados por el franquismo. No tenían ni casa, vivían de prestado. Ni fincas, ni ganado, ha contado en alguna ocasión.

Su abuela servía en casas y pescaba de manera furtiva en el río, porque estaba prohibido, para sacar algún dinero vendiendo truchas a los hoteles de Liérganes. Siempre supo de quién era hija, su abuela se lo repetía constantemente, pero no contaba más. Algo más de información sobre la actividad de su padre en la guerrilla le proporcionó su tía, cuando vivieron con ella durante un año en Bilbao.

Un golpe de suerte

Su madre, María Solano, seguía en prisión. Primero en Santander, luego en Segovia y por último en Guadalajara. Hasta que la casualidad abrió una ventana de esperanza. Una periodista americana visitó la cárcel en la que estaba María. Al entrevistarla sobre su vida ella mencionó, casi como anécdota, que aunque su familia descendía de la localidad cántabra de La Cavada, en el municipio de Riotuerto, había nacido en un pueblo minero de Arizona llamado Miami en 1917, y que vino a España con tres años, al caer enfermo su padre, que regentaba allí una fonda.

Sorprendida ante estas revelaciones, la periodista advirtió que entonces era una ciudadana estadounidense y a través de un matrimonio español de exiliados cántabros en Nueva York, Jesús González Malo y Carmen Aldecoa, que eran amigos suyos, consiguieron encontrar la partida de nacimiento de María Solano en Arizona. Con ese documento recurrieron al Consulado de Estados Unidos, que inició los trámites y consiguió que la pusieran en libertad, en calidad de ciudadana estadounidense, con la condición de que se marchara de España.

Exilio en Estados Unidos

Para entonces llevaba doce años en prisión. Los mismos que tenía su hija Josefina cuando llegaron al pueblo dos hombres en un coche negro de la embajada de Estados Unidos que insistieron en que se fuese a vivir con su madre a América. La niña no quería separarse de su abuela, pero al final cedió en viajar a Madrid para despedirla. Al final, no muy convencida, Josefina se marchó con ella al exilio en un barco que salió desde Cádiz.

En 1954, en vísperas de la Nochebuena, desembarcaron en Nueva York tras una accidentada travesía que pasaron enfermas y con una falta de sintonía entre ambas, como ella misma ha confesado, ya que en realidad eran unas desconocidas la una para la otra. La mujer de El Cariñoso nunca superó el trauma de lo sucedido, el asesinato de su pareja, las torturas, la cárcel, y siempre se sintió extraña en un país que no era el suyo. Ni siquiera aprendió el idioma.

Vivieron en Estados Unidos hasta 1968. En ese año entraron clandestinamente en España a través del Puerto de Barcelona y vivieron en Madrid durante ocho años antes de regresar nuevamente a América. Josefina, que ya vino con sus propios hijos –uno de ellos ya fallecido– durante ese tiempo trabajó en la base aérea de Torrejón de Ardoz.

Recuperación del apellido

Cuando murió su madre, en febrero de 2008, Josefina regresó a España. Se alojó en casa de una prima de su padre y conoció a Jesús de Cos, el guerrillero antifranquista de la Brigada Machado, a su mujer Marisol González, de la Asociación Archivo, Guerra y Exilio (AGE). Fue entonces, a través de esas conversaciones y contactos, cuando comprendió la importancia y la leyenda de El Cariñoso. También cuando decidió recuperar su apellido en los tribunales. Su madre, ya enferma, le animó a hacerlo.

Después de año y medio de trámites se convirtió en lo que siempre fue: la hija legítima de El Cariñoso. Josefina vive ahora en Virginia y conserva la doble nacionalidad. El proceso fue complicado por la imposibilidad de aportar pruebas. El ADN de Pin El Cariñoso descansa en una fosa común del cementerio de Ciriego en Santander. Resultaba, por tanto, imposible obtener una muestra que demostrase la paternidad. Hubo que recurrir a testimonios y evidencias. De hecho, lo que se acabó considerando fue el libro escrito por Isidro Cicero en 1977 que narraba los detalles del nacimiento de Josefina.

Nunca volvió a ver a su abuela. De su padre queda la leyenda, los testimonios de familiares, vecinos y amigos que ha ido recuperando. Aunque es un hombre sin rostro incluso para su propia hija. No se conserva ninguna fotografía de El Cariñoso. Ella nunca ha visto la cara de su padre.

Etiquetas
stats